Las Cervezas de Abadía son una opción habitual para muchos aficionados que han comenzado a explorar otros sabores del universo cervecero más allá del territorio cotidiano de las lager doradas. Aunque estas cervezas monacales comparten entre sí un buen número de características organolépticas, lo primero que debemos señalar es que no constituyen un estilo único.
Así, podemos encontrar cervezas de abadía de estilo blond ale, dubbel, tripel o incluso de trigo, diferentes en color, intensidad y contenido alcohólico, pero con un rasgo en común: su origen histórico.
su origen
su origen
Desde la Edad Media, distintas órdenes monásticas encontraron en la elaboración de cerveza una forma de generar recursos para la construcción y mantenimiento de los monasterios, de los propios monjes y para poder sufragar sus obras de caridad.
Entre ellas la de San Benito, cuyo lema “ora et labora” obligaba a los monjes a vivir de su propio trabajo y no de las limosnas de los fieles. Y qué mejor trabajo para honrar a Dios que elaborar buenas cervezas para satisfacer los paladares de creyentes y no creyentes.
La agitada historia europea a través de los siglos, tan tristemente plagada de guerras y conflictos, ha dificultado e interrumpido esa elaboración monacal en numerosas ocasiones, provocando su paulatino abandono.
Hoy apenas quedan una docena de monasterios en los que los monjes continúan elaborando cerveza entre sus muros, siendo estos precisamente los de la orden benedictina, también conocidos como trapistas.
trapenses y de abadía
trapenses y de abadía
Las cervezas trapistas cuentan con su propio sello identificativo y gozan de un merecido prestigio en todo el mundo por su calidad, pero la mayor parte de las órdenes monacales de tradición cervecera han ido delegando la elaboración de sus recetas ancestrales en grandes fabricantes cerveceros, dando lugar así a la categoría de cervezas de Abadía.
Trapenses y de Abadía comparten estilos y tradición, reproduciendo casi siempre recetas de la tradición belga a partir de levaduras de alta fermentación que proporcionan una gran complejidad de aromas afrutados y especiados a sus cervezas.
Estas, suelen ofrecer una elevada carbonatación para equilibrar su contenido alcohólico, lo que les otorga una gran intensidad sensorial que hace de ellas una excelente opción para disfrutar nuestra cerveza con pausa, o como acompañamiento de patés, quesos curados y carnes guisadas o al horno.
Para disfrutar en esos momentos de recogimiento interior o con amigos os dejamos una recomendación que podréis encontrar en vuestro lineal:
Leffe Blonde (6,6%). La Abadía de Leffe en Bélgica ha elaborado cerveza desde el año 1240.
Su Blonde recoge toda esa tradición monacal y nos ofrece una cerveza dorada y cristalina de espuma cremosa y consistente, rica en notas de fruta madura y especias como el clavo. Su considerable carbonatación aporta un frescor que compensa la gran intensidad de matices en boca y nos invita a dar un trago más.
Por último, un par de consejos para su disfrute: sacadla unos minutos antes del frigorífico para que se atempere y muestre así todo su abanico de aromas, y bebedla en una copa de vino o -mejor aún- en su típico cáliz de boca ancha.
¡Salud!