Quizá este sea uno de los temas de discusión más controvertidos entre los aficionados cerveceros de nuestro país y los que nos dedicamos a difundir la cultura de la cerveza en distintos frentes: ¿es recomendable tomar la cerveza en una copa helada o no lo es? Vamos a tratar de exponer con la mayor objetividad posible las ventajas e inconvenientes de cada una de las dos opciones.
Seguramente muchas personas tengan la percepción de que servir la cerveza en una copa recién sacada de un congelador responde a un esfuerzo de los hosteleros por ofrecer el mejor servicio posible de la misma. Y es evidente que habilitar un espacio en las cámaras de frío, guardar allí las copas y reponer según se van utilizando supone un trabajo extra que solo cobra sentido cuando los clientes lo aprecian y valoran positivamente.
una práctica 'typical spanish'
una práctica 'typical spanish'
Sin embargo, esta práctica de servicio parece limitarse solo a nuestro país, y desde luego, difícilmente nos ofrecerán una cerveza en una copa o vaso helados en países de tantísima tradición como Bélgica, Alemania o Reino Unido, donde por lo general los locales disponen de un mayor número de referencias para elegir, las sirven en su vajilla específica según marca y estilo, y cuidan con detalle el tiraje de barril, dedicando un tiempo que aquí no es habitual.
Podríamos pensar por ello que nuestro clima más cálido es el único responsable de esta peculiaridad, pero lo cierto es que las temperaturas veraniegas en estos países son superiores a las del otoño o primavera en el nuestro, sin que eso cambie la manera en que unos y otros servimos la cerveza en cada estación.
El uso de la copa helada y nuestra preferencia por una temperatura más baja de servicio parecen ser dos caras de la misma moneda. Pero más allá de la evidente disminución de la temperatura: ¿afecta el servicio en una copa helada al sabor de la cerveza? La respuesta es que sí que lo hace, y de varias formas. En primer lugar, porque la escarcha que se forma en el interior del vaso durante su enfriado va a 'aguar' nuestra cerveza al fundirse en contacto con ella, rebajando así la intensidad de sabor de sus maltas y lúpulos.
Por otro lado, el interior de los congeladores suele caracterizarse por albergar aromas no siempre agradables, que van a impregnar esa copa modificando e incluso bloqueando la percepción de los que son propios de la cerveza y que marcan significativamente el sabor de la misma.
Por último, apuntar que aquella máxima tan extendida del 'mejor cuanto más fría', no es ni mucho menos una verdad absoluta a la hora de saborear una cerveza. Cada estilo o variedad tiene un rango de temperaturas en los que sus matices brillan con mayor intensidad pero en general un exceso de frío bloquea casi todos los aromas y con ello reduce significativamente el sabor de la cerveza.
En resumen, desde un punto de vista organoléptico, servir una cerveza en una copa helada no es una práctica recomendable, como tampoco lo es añadir a un vino unos cubitos de hielo o agitar una copa de cava con una cucharilla hasta hacer desaparecer la carbonatación, ya que en todos los casos inevitablemente modificaremos la percepción del sabor original del producto.