Cervezas diabólicas y celestiales

Julio Cerezo - Beer Sommelier
Director de Sabeer Academia de la Cerveza

El mundo de la cerveza no solo abarca un enorme número de ingredientes y de estilos, también engloba otras muchas curiosidades que tienen más que ver con el origen o la historia de ciertas variedades. Hoy nos vamos a detener en un binomio aparentemente tan antagónico como lo puede ser la eterna lucha entre el bien y el mal y hablaremos de las cervezas diabólicas y celestiales.

cervezas celestiales

Comenzamos por el segundo de estos dos bandos, el de las cervezas celestiales, y para conocer su origen nos remontamos hasta la Edad Media, cuando la elaboración cervecera solía ser un asunto tan doméstico como la elaboración del pan. A pesar de ello, también era posible comprar cerveza ya elaborada en las incipientes 'fábricas' de cerveza que constituían los monasterios.

Aquellos monjes cerveceros elaboraban y vendían cerveza como un medio de subsistencia, siguiendo la norma de San Benito -ora et labora- que exhortaba a sus discípulos a vivir de su propio trabajo y no de diezmos o limosnas.

Las cervezas monacales fueron progresivamente alcanzando fama y prestigio pues además de depurar su técnica, utilizaban para sus recetas los mejores ingredientes disponibles gracias a una considerable exención de impuestos.

En pleno siglo XXI quedan pocos monasterios que sigan llevando a cabo esa elaboración cervecera, se identifican con el nombre de Trapistas y producen algunas marcas ya emblemáticas como Chimay, Orval o Westvleteren.

Sin embargo otros muchos que ya no producen en sus instalaciones también han dejado su huella en los nombres de sus cervezas, que ahora elaboran grandes compañías y de cuya comercialización reciben un porcentaje. Leffe, Grimbergen o Affligem son algunas de las de mayor distribución en nuestro país.

Junto a todas ellas debemos nombrar las que, al amparo de la gran consideración del público hacia estas cervezas, han buscado nombres que evocan esa imaginería religiosa como por ejemplo St Bernardus.

cervezas diabólicas

Todo este escenario cervecero tan 'celestial' provocó que con el tiempo algunos cerveceros -sobre todo belgas- reaccionasen con una buena dosis de humor lanzando al mercado variedades con nombres que se situaban en las antípodas de la bondad y la virtud: Duvel (diablo en neerlandés), Judas, Satán, Lucifer o Belzebuth son algunas de las más conocidas.

Como curiosidad citar que la primera de ellas se lanzó al mercado en 1923 con otra denominación -Victory Ale- en homenaje a la victoria aliada en la Primera Guerra Mundial, pero al poco cambió su nombre por el que ahora conocemos de Duvel, recogiendo así el comentario más frecuente entre los que la probaban y se sorprendían del impacto de su fuerza y carbonatación: '¡es un verdadero diablo!'.

¿Y en qué se diferencian unas y otras?

A veces, como en la vida misma no es sencillo distinguir dónde acaba el bien y dónde empieza el mal.

Celestiales y diabólicas comparten muchas de sus características organolépticas, como son las notas afrutadas y especiadas de la fermentación, un contenido alcohólico de medio a medio alto, la adición de azúcares en la receta y una intensidad sensorial elevada, por lo que su diferenciación como grupo obedece más al origen que a las propiedades intrínsecas de los líquidos.

Si queréis conocer y comparar de primera mano las consecuencias de saborear el bien y el mal podéis empezar por degustar algunas de las referencias que hemos mencionado más arriba, pero si la virtud os llama por encima de todo, no os perdáis la Celestial SIN, una IPA artesana sin alcohol con la que podréis conduciros por el camino recto con toda seguridad.

¡Salud!