Como país de influencia mayoritariamente mediterránea, España ha sido desde casi siempre un territorio dominado por la cultura del vino. No hay región natural en la península e incluso en nuestras islas que no pueda presumir, y con razón, de uno o más vinos notables, caracterizados por una variedad específica de uva, que se diferencia en aroma y sabor por la composición de los suelos donde se cultiva el viñedo y por la climatología local.
Así, durante siglos y siglos, la cerveza no tuvo presencia alguna en nuestra vida cotidiana. Si bien quedan vestigios arqueológicos de primitivas elaboraciones cerveceras con hasta 4.000 años de antigüedad, durante el periodo de pertenencia al Imperio Romano y la mayor parte de la Edad Media el vino fue la bebida fermentada por excelencia de nuestro país.
La llegada de los monarcas de la Casa de Austria en el siglo XVI abre una pequeña brecha en este monopolio de la viticultura. Primero se importan cervezas de Flandes y los territorios alemanes, y poco después el propio Carlos I impulsa la creación de una fábrica que abastece principalmente a la corte.
A partir de entonces la producción cervecera en España ya no se interrumpe hasta nuestros días, pero sin alcanzar un volumen significativo hasta finales del siglo XIX, cuando de la mano de la Revolución Industrial aparecen las primeras fábricas de cerveza que elaboran sobre todo la refrescante lager dorada que tan bien encaja con nuestra climatología.
Durante todo el siglo XX las cifras de consumo cervecero crecen y en la década de los 80 superan por primera vez a las del vino.
Sin embargo, ese volumen no lleva de la mano un mayor conocimiento del producto ni una extensión de la cultura cervecera.
Mientras que cualquier amante del vino conoce varias denominaciones de origen y tipos de uva y elige uno u otro vino según qué plato vaya a degustar, su homólogo cervecero no suele ir más allá de identificar diferentes marcas, que no estilos.
Afortunadamente, durante los últimos años el panorama cervecero de nuestro país ha cambiado sustancialmente. La eclosión de las cervezas artesanas producidas por pequeños elaboradores y la cada vez mayor variedad de estilos que nos ofrecen las grandes marcas han despertado el interés y la curiosidad de un número creciente de consumidores.
Como consecuencia de ello, en los puntos de venta y consumo ha aparecido la necesidad de contar con profesionales que conozcan a fondo un producto muchísimo más diverso de lo que el gran público pensaba hasta hace muy poco y por ello también van apareciendo blogs dedicados a la cerveza como éste de Consum, centros de formación para profesionales como el que dirijo desde 2016 y diferentes ferias y eventos cerveceros donde el público puede conocer y degustar esta maravillosa variedad.
Si nos comparamos con países de larga tradición cervecera como Alemania o Bélgica vemos que aún nos falta un largo camino por recorrer para que nuestra cultura cervecera local sea equiparable a la suya. Sin embargo, ya estamos en marcha y el camino del aprendizaje es en este caso realmente placentero así que pronto estaremos ahí.