Descubriendo La Rioja

por Eva Pizarro / sumiller en restaurante Fierro y formadora en Tandem Gastronómico

Viajar a la Rioja es como viajar al origen, es adentrarse en la cultura del vino, tan presente en la vida de los riojanos, desde su gastronomía, sus manifestaciones culturales, sus fiestas, su arquitectura… y motor económico de toda una región.

Pero volvamos al origen, ¿por qué Rioja es un referente para muchos de nosotros y son nuestros vinos más internacionales?

Todo empieza en el Barrio de la Estación de Haro, como nuestro viaje. Las viejas vías del tren son las responsables de que una región vinícola como era Rioja viviese la mayor expansión que se conoce en el siglo XIX. 

Gracias al ferrocarril que se instaló en Haro en el año 1880, las bodegas encontraron la infraestructura necesaria para que sus vinos echaran a andar por todo el continente europeo.

Francia fue la gran valedora del vino de Rioja, que encontró en sus ”vinos finos”, delicados, al estilo de Borgoña, el sustituto para sus vides devastadas por la plaga de la filoxera. Así pues, las bodegas deciden instalarse cerca de la estación de ferrocarril de Haro conformando un barrio bellísimo  y que atesora la mayor concentración de bodegas centenarias del mundo.

Así, Haro se convierte en la capital del vino de Rioja. Hoy pasear por sus calles es respirar vino en cada rincón, botellas de vino que se mezclan en escaparates de ultramarinos junto a láminas de bacalo salado, junto a botes de pintura… calles donde tanto turistas como lugareños nos saludan con copas de vino en la mano, recibiendo al visitante desde la época del peregrinaje a Santiago.

Pero vamos a ello, ¿qué nos encontramos cuando hablamos de vino de Rioja? Elena Adell, enóloga de Bodegas Campo Viejo nos da algunas claves. Rioja ha sabido preservar su identidad conservando sus variedades autóctonas. La internacional tempranillo, acompañada, algunas veces, por sus hermanas tintas la garnacha y la graciano, se convierte en seña de unos vinos que incluso llegan a coger su nombre, “ponme un tempranillo”.

PERO RIOJA NO ES SOLO TINTO

Rioja tiene un patrimonio inmenso tanto en blancos como en los poco conocidos rosados, un patrimonio que empieza a asomarse al público general pero que entre profesionales, alta restauración o críticos, son una realidad desde hace años. Una realidad que los ha llevado a cotizarse a precios como los grandes europeos y ser objeto de colección. Las autóctonas malvasía, la viura y la garnacha blanca,  se unen a las posteriormente autorizadas tempranillo blanco, maturana, turruntés , chardonnay, verdejo y savignon blanc, para conformar vinos monovarietales o equilibrados coupages. Vinos que, con el abrazo de la madera, casi siempre presente en Rioja, conforman blancos complejos, reflexivos; blancos de culto, capaces de trasportarnos a una tierra que determina el carácter de sus vinos como talla el carácter de sus gentes.

imprescindible

Es aquí, en la tierra, en la composición de los suelos, la geografía, donde Elena nos da otra de las claves que forjaran el perfil de los vinos de Rioja. La Sierra de Cantabria y el Ebro actúan como barrera natural y termo reguladores de un clima con influencias atlánticas y mediterráneas, un clima donde han sabido adaptarse las variedades foráneas y que ha sido el lecho para que nacieran las suyas propias.

Así pues, a estos dos elementos nos falta sumarle otro gran pilar que conforma los rasgos del vino de Rioja, la mano del hombre, el viticultor, enólogo, el trabajo en campo y en bodega.

Y sobre ese trabajo en bodega otra piedra angular: la barrica. La crianza en Rioja ha dado origen a la clasificación de sus vinos en función del tiempo que pasen en barrica.

Dentro de las acciones que podemos realizar en bodega y que determinarán el carácter de nuestro vino es el coupage, “ensamblaje”, mezcla de variedades para conformar un vino.

Tal y como hemos avanzado podemos elaborar vinos monovarietales, es decir, de una sola variedad, con la intención de buscar su máximo carácter y extraer todas las características de una única uva. También podemos optar por el coupage, mezclar en diferentes proporciones diferentes uvas con el fin de que se complementen y obtener vinos equilibrados.

Todas estas decisiones están en la mano del hombre; y, así, de la mano de Elena, nos adentramos en un didáctico taller de ensamblaje. 

Elena nos proporciona seis vinos terminados, es decir, mostos que han realizado la fermentación de diferentes variedades y parcelas. Porque un coupage no solo se hace de diferentes uvas, se puede hacer mezclando diferentes orígenes de las uvas, es decir uvas de diferentes parcelas, pueblos que obviamente van a ser diferentes entre ellos, y de este modo también podemos jugar a encontrar ese equilibrio.

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Pues así empezamos nuestra práctica, todo un sueño, crear nuestro propio vino. Entre probetas y vasos mezcladores vamos uniendo, “ensamblando” diferentes cantidades de vinos de distintos orígenes y tipos de uva hasta encontrar aquel donde nuestras papilas gustativas alcanzan el máximo placer.

Pues esta es la labor de Elena, pero a gran escala. En su bodega maneja millones de litros de vino, que tiene que conducir hasta encontrar ese estilo de vino que a la gente le gusta. Porque ella no olvida que el vino ante todo se tiene que disfrutar, ha de ser agradable, insiste en la amabilidad de sus vinos, en taninos pulidos, vinos entendibles y reconocibles, accesibles a todo el mundo.

Porque eso es Rioja, una tierra de grandes producciones, de millones de litros al año, de grandes bodegas que surten a un mercado internacional que encuentra en Rioja la representación del vino español. Pero Rioja también es la casa de pequeños viticultores, sí, donde su propia casa es también su bodega, el ejemplo de la máxima mimetización con el vino, gente que realiza todos los trabajos en el viñedo, quien cuida, ama y cría sus uvas como si de hijos se tratara.

Un trabajo de artesano que traslada a su casa, que se convierte bodega, que da cobijo a sus hijos, sus vinos, a los que seguirá de cerca y aprobará su nueva casa de acogida, nuestra copa.

otras recomendaciones - tintos de rioja

vino y gastronomía

Pero ¿y el vino y la gastronomía? ¿Cómo se conectan, cómo funcionan?

Hablamos con Ángel Pérez, Propietario del Restaurante La Vieja Bodega en Casalarreina. Queremos saber qué busca la gente, en cuanto a vinos se refiere, cuando llegan a su restaurante. El perfil de clientes de Ángel, “amigos”, como él dice, es muy variado. 

Acoge todos los viticultores y gente de bodega casi a diario, así como a multitud de turistas que visitan la Rioja siempre con el mismo pretexto, el vino.

“Se busca el Rioja, la expresión de nuestra tierra, casi siempre son tintos, que acompañan estupendamente al producto estrella de la casa, el lechazo, pero también a carnes a la brasa y guisosde cuchara como unas espléndidas patatas a la riojana,  que no podemos dejar de probar.” Ángel también nos apunta que, cada vez más se van conociendo los maravillosos blancos y rosados que tan bien se asocian con las verduras, tan presentes en la gastronomía riojana.

Otra de las claves nos las da Ángel, al preguntarle qué pescado es el más habitual en la Rioja. 

“Sin duda el bacalo, guisado de múltiples maneras pero siempre con esa curación bajo sal que le da una intensidad enorme.” ¿Qué tomamos entonces? Blancos, pero no blancos jóvenes como nos recomienda para las verduras, necesitamos más cuerpo, más contundencia para mirar de tú a tú a la sal, necesitamos los blancos de Rioja que han pasado un tiempo por barrica y han envejecido adquiriendo una complejidad enorme, ese es nuestro maridaje.

Ángel también nos transmite ese carácter que tiene la gente del vino y que muestra desde la Rioja más clásica, con sus largas crianzas, a vinos jóvenes que se han sabido adaptar a los nuevos consumidores, con etiquetas divertidas y sabores más amables.

Ir de tapas por la calle del Laurel, en Logroño, es darse un festín de productos de la tierra y disfrutar en cada local de una selección de vinos por copa inmensa, capaz de contentar a público de todas las edades y nacionalidades. 

Pues todo eso es Rioja, tierra de paisajes, monasterios y viñedos, esperando al visitante con una copa de vino para cantarle las grandezas de una tierra con nombre de vino.