El hidromiel es una de las bebidas alcohólicas más antiguas que conocemos. A diferencia de la cerveza, la sidra o el vino, no requiere de la agricultura para su producción ya que su ingrediente básico -la miel- está disponible en su estado natural, así que es fácil que los humanos la elaborasen en distintos lugares del mundo desde la antigüedad.
De esta forma el hidromiel fue muy popular entre griegos, romanos, celtas, normandos, sajones y vikingos. También en América, donde las culturas precolombinas la consideraban una bebida sagrada y por ello se utilizaba en los rituales.
¿QUÉ ES Y CÓMO SE HACE?
¿QUÉ ES Y CÓMO SE HACE?
Al igual que sucedió con la cerveza, la popularización del consumo del vino en el sur de nuestro continente desplazó al hidromiel a las zonas del norte de Europa, donde el clima no permitía el cultivo de las vides. Según la mitología nórdica, el hidromiel era el alimento del dios Odín y después de la muerte los guerreros lo beberían eternamente en el paraíso del Valhalla.
Actualmente el hidromiel sigue siendo una bebida apreciada en gran parte del norte y este de Europa. En Norteamérica ha vivido un cierto renacimiento en los últimos años en paralelo al movimiento artesanal o “craft” del mundo cervecero.
Organolépticamente el hidromiel puede ofrecer una carbonatación muy suave, casi como la de un vino de aguja, o algo más intensa y similar a la de la cerveza. El color puede variar dependiendo del tipo de miel empleada y de la utilización de otros ingredientes y la ausencia de turbidez se considera una cualidad positiva.
En nariz se aprecia el recuerdo de la miel, y es importante que este corresponda al tipo que declare el productor. Su paladar puede ser seco, semiseco o dulce, pero en ningún caso debe ser empalagoso ni debe aparecer un carácter como de miel sin fermentar.
Aunque la presencia del alcohol puede ser notable, no debe ofrecer tonos ardientes. Una mayor proporción de miel en la receta corresponderá a un mayor contenido alcohólico y este dará lugar a una clasificación entre hidromiel básico (de 3,5 a 7,5%), el estándar (7,5 a 14%) y el “sack” que puede alcanzar hasta el 18%.
Diferentes estilos pueden incluir algunos ingredientes especiales como maltas, frutas y especias que deben armonizarse con el carácter de la miel.
En cuanto a su elaboración, el hidromiel se hace fermentando un mosto de miel disuelta en agua hervida, que luego se enfría para añadir la levadura. Las levaduras que se emplean pueden ser específicas de la miel o también las mismas que empleamos para el vino, la sidra o la cerveza.
Tras la fermentación es aconsejable un periodo de maduración, que contribuirá al desarrollo de los aromas y la claridad del producto final.
¡Salud!