Los vinos que vienen: sabores cálidos para combatir el frío

por Maximiliano Bao / sumiller y docente del CdT de Valencia

Es tiempo de mantita y chimenea, de sabrosas menestras y gazpachos manchegos, de dejar que la copa de brandy se airee en la palma de la mano. Llega el momento de aparcar el gintonic y deleitarse con un buen vino tinto. Cuando vuelve el frío, todo se organiza de nuevo y recobra su sentido.

Con este tiempo, se aparcan los blancos ligeros que se beben bien fríos —en torno a 9 grados— y a tragos largos. En su lugar, optamos por otros blancos más untuosos, fermentados en barrica; no sólo porque se consumen a temperaturas más altas —12 grados—, sino también porque en ellos se produce la fermentación maloláctica: el ácido málico, muy refrescante, se troca en láctico, más amable y cálido al paladar. La sigla FB —fermentado en barrica— distingue estos vinos, casi siempre elaborados a partir de las variedades chardonnay, presente en toda España y especialmente en Navarra y Cataluña, y verdejo, propia de la Ribera del Duero.

Haz la prueba: Busca en nuestra sección de bodega un vino blanco joven y otro que haya estado en barrica, ponlos a refrescar, ábrelos y tómalos a la vez. Disfrutarás apreciando sus diferencias.

Los vinos espumosos también se relegan, puesto que platos de este tiempo, como las cremas y sopas calientes, no casan bien con el frío carbónico de cavas y champanes. Si bien es cierto que se puede optar por los de largas crianzas y degustarlos en copas un poquito más anchas. Son una delicia, por ejemplo, acompañando unas chuletitas de cordero lechal a la brasa.

el protagonismo de los tintos

Pero el actor principal de los meses fríos es el tinto; sobre todo, el que ha descansado largamente en barrica o el que procede de zonas mediterráneas, donde la uva, más expuesta al sol, resulta más dulce y proporciona al vino un punto más de alcohol. En La Bodega de Consum, te aconsejamos que pruebes por ejemplo un Yllera de 12 meses en barrica o un crianza de López de Haro.

Ambos combinan a la perfección con la cocina calórica. Los tiernos aromas de canela, pimienta, vainilla y frutos secos se hilvanan con guisos y marmitakos, y con esas ollas de legumbres que cuecen durante horas con su tocino, su chorizo y sus costillas.

amontillados y olorosos

Los pescados azules escabechados reclaman amontillados y olorosos. Estas joyas del occidente andaluz, frutos de la paciencia —algunos aguardan 40 años a ver la luz—, van pasando de una barrica a otra durante la crianza, compartiendo y sumando años. Y, en ocasiones, reciben el milagroso don del velo flor, una capa de levaduras que protege y cría el vino de una manera muy particular, propia de finos, manzanillas y amontillados. Hay que aprovecharse ahora que los precios de estos tesoros son aún muy asequibles, y seguir estos pasos: Un sorbito para no pensar, otro para acostumbrar el paladar, y un tercero para enamorarse.

Una tabla de quesos no debe faltar en la mesa. Su momento llega justo antes del postre, lo cual nos anima a elegir un vino dulce que los respete y que, de paso, invite al regocijo. Los Pedro Ximénez y las moscateles asoleadas domeñan los quesos más enérgicos, como el cabrales o el roquefort, y provocan ricas sensaciones en una combinación gloriosa.


Cada vino tiene sus virtudes, cada zona su estilo y cada consumidor sus propios gustos. Prueba y disfruta hasta encontrar el vino que te acompañe y alegre en cada situación; en familia, en pareja, con amigos, con compañeros de trabajo… Los próximos meses están llenos de encuentros, fiestas y motivos de celebración.

UN CONSEJO:
Elige un Málaga Virgen y acércate a nuestra sección de quesos; y, allí, te recomendarán una variada selección. ¡Y a disfrutar!

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