Los beneficios del vino

Eva Pizarro

Sumiller en restaurante Fierro y formadora en Tandem Gastronómico.

Hace unos días, preguntaban en un programa de radio a diversos personajes, qué era el vino para ellos. Todos lo asociaban a momentos positivos: Una cena con amigos, una comida familiar una celebración especial, unas risas en una terraza de la playa, una copita de vino mientras cocinas, un momento de relax en el porche de casa con un libro...

AMISTAD

Y así me puse a pensar. Para mí, el vino, además de ser mi trabajo, mi profesión y mi pasión, es, sobre todo, amistad. Todas esas amistades que se han forjado alrededor de una botella de vino —o de varias—, en esas quedadas infinitas donde algunos compañeros de profesión, robándole tiempo a horarios imposibles, nos reunimos para charlar, reencontrarnos y discutir también, ¿por qué no?. Son momentos en los que uno se quita el uniforme de trabajo y disfruta de la compañía y el vino. Ahí no catamos, solo bebemos.

Amistades que uno establece también con los elaboradores de vino. Esa delgada línea que separa lo profesional de lo personal y se torna amistad. Es en ese momento cuando uno comprende todo lo que encierra una botella de vino: Buenas y malas cosechas, el pedrisco de finales de verano que la mermó, la etiqueta que conmemora el nacimiento del primer hijo de tu viticultor de culto, aquellas botellas que se tornan míticas porque quien las hizo ya no volverá a ver las vendimias… Esos vinos cobran sentido en una carta de vinos, y los recomendamos como algo casi nuestro.

MOMENTOS FELICES

Momentos felices, como cuando aquella bodega nos abrió sus puertas y nos enseñó las barricas que, desafiando al tiempo, aún esperan su momento, o cuando aquella otra nos invitó a vendimiar… parte de nosotros dentro de una botella que alguien, en algún lugar del mundo, descorchará.

Amistades con clientes, como aquel al que le abriste un vino que le puso la piel de gallina y luego él te abrió las puertas de su casa para comer paella los domingos.

Y sí, es que el vino es capaz de todo eso y más. No es una simple bebida, el vino nos hace viajar, descubrir paisajes a los que nunca iremos, las empinadas laderas de la Axarquía malagueña, el catamarán por el río Sil en Ribeira Sacra, los suelos de licoreras del Priorat trasmitiendo toda la fuerza de los minerales, o las nieblas de Napa Valley que refrescan las uvas en California. Todo un viaje a través de una copa de vino.

España, pese a ser el primer país en extensión de viñedo, 969.000 hectáreas, no aparecemos por encima de los 10 principales consumidores de vino en los rankings que he podido consultar. Nuestros 21-22 litros per capita lejos quedan de los más de 50 de Portugal o Francia e Italia que superan los 40 litros.

En nuestras manos, y en las de lasinstituciones que pueden fomentar su consumo, queda preservar un patrimonio quedinamiza zonas despobladas, genera economía en el mundo rural, preserva nuestracultura y que nos hace felices cada vez que tomamos una buena copa de vino.