Cervezas kilómetro cero

Julio Cerezo - Beer Sommelier
Director de Sabeer Academia de la Cerveza

En un pasado no muy lejano, cuando oíamos o leíamos la expresión 'kilómetro cero' nuestro pensamiento probablemente viajaba hasta la Puerta del Sol de Madrid, considerado el punto de partida de las carreteras radiales de la península. Sin embargo, desde hace unos años, esta expresión ha pasado formar parte de nuestro lenguaje cotidiano con un sentido bien distinto que hace referencia a productos, generalmente de alimentación, obtenidos en las proximidades del lugar de venta y consumo.

los alimentos kilómetro cero

En una sociedad cada vez más concienciada de la necesidad de cuidar el entorno natural y también de cuidarnos a nosotros mismos, esta nueva categoría de alimentos 'kilómetro cero' se presenta a simple vista como una opción ideal de consumo sano y responsable. Pero claro, ¿a quién no le apetece disfrutar y paladear algunos productos imposibles de encontrar en nuestra región? El debate está, más que nunca, sobre la mesa.

Si hablamos de cervezas kilómetro cero la cuestión se complica aún más porque no resulta nada fácil determinar cuándo podemos denominar así a una cerveza. El emplazamiento de la fábrica es sin duda un factor a tener en cuenta ya que es el lugar dónde se elabora y envasa nuestra cerveza pero, ¿y los ingredientes con los que se fabrica? ¿Crecen en las proximidades o a muchos kilómetros de distancia?

Pues para empezar diremos que la planta del lúpulo precisa de unas condiciones climatológicas determinadas que, si nos

ponemos estrictos con el 'kilómetro cero', dejaría sin cerveza de proximidad al menos a dos terceras partes de la península, donde su cultivo ni existe ni parece viable.

En cuanto a la cebada, España es un país con una importante superficie agrícola dedicada a este cereal, pero ello tampoco asegura su disponibilidad a menos de 100 kilómetros de cada uno de nuestros pueblos y ciudades.

Por otro lado, debemos considerar que a veces las cervezas no se hacen dónde parece. Las grandes compañías con más de un centro de producción pueden elaborar una marca tradicionalmente vinculada a una ciudad en una fábrica situada a más de 500 kilómetros de ella. Y también ocurre lo contrario, una cerveza identificada como danesa o norteamericana puede estar siendo elaborada a pocos kilómetros de nuestra casa bajo licencia y supervisión de la marca original.

producción local

Y para rizar un poco más el rizo otra reflexión: muchas de las marcas artesanas aparecidas durante los últimos años han ondeado, con justicia, la bandera de la producción local pero, a pesar de que esto sea cierto, los perfiles tan singulares de sus cervezas se deben en muchas ocasiones a la utilización de lúpulos de origen centroeuropeo, norteamericano o incluso australiano, a maltas especiales, también a veces importadas, o al envejecimiento en barricas de roble francés o americano. ¿Sigue siendo esta producción tan 'local' como se dice? Cuanto menos parece discutible.

En resumen y, salvo algunas excepciones realmente enfocadas a la elaboración con ingredientes de proximidad, parece misión imposible determinar con seguridad cuándo una cerveza se puede considerar en rigor de 'kilómetro cero'. A diferencia de otros fermentados como el vino, la denominación de origen no es un factor determinante en el sector cervecero y cualquier

elaborador en cualquier lugar puede etiquetar su producto como American Pale Ale, Belgian Dubbel o New England IPA, siempre que la receta responda al estilo en cuestión. Esta peculiaridad ha reducido hasta ahora la conexión de la cerveza con el territorio a una mera vinculación emocional.

Seguro que durante los próximos años veremos perfilarse la legislación que defina un etiquetado de 'kilómetro cero' como en su momento ocurrió con los productos ecológicos, y probablemente también algunos fabricantes cerveceros se orienten progresivamente hacia las materias primas de proximidad, aunque por las peculiaridades de nuestro producto parece difícil que esto llegue a ser algún día una tendencia mayoritaria.