Ya que no todos podemos disponer de un sótano subterráneo (que sería el lugar ideal), elige una habitación tranquila y fresca (15º es la temperatura ideal para conservar una botella de vino). Un lugar lo más próximo al suelo, lo más oscuro posible y que esté suficientemente ventilado. Procura no guardarlo en la cocina: es una zona de mucho paso, con demasiado calor y olores. Si aún así, no encontramos en casa el lugar ideal, no pasa nada: el armario climático o vinoteca será nuestro mejor aliado.
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Si lo vais a consumir en breve, puedes guardar las botellas de pie; pero, en caso contrario, deben estar tumbadas, para que el vino esté en contacto constante con el corcho. Si se trata de vinos espumosos, siempre de pie.
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No caigamos en la rutina de tener una bodega “monotemática”, sorprendamos a nuestros invitados en cada ocasión con un vino distinto y aventurémonos a descubrir nuevas sensaciones. Con el gran abanico de posibilidades que nos ofrece la bodega de Consum, no será difícil encontrarlos, sino decidirnos.
Para empezar a conocer y disfrutar de los vinos, podríamos disponer de los siguientes:
UN BLANCO AFRUTADO
elaborado con gewürztraminer, verdejo, albariño, muscat, etc., para aquellos que pidan un vino afrutado, fácil, fresco y goloso.
UN BLANCO MÁS SECO,
a base de chardonnay, godello o macabeo, o incluso un blanco con barrica para quienes prefieran un vino blanco más “serio”.
UN ROSADO
de garnacha o de cabernet, será un buen compañero para las comidas frescas y suaves.
UN TINTO DE TORO,
si buscamos un vino con cuerpo, potente y sabroso.
UN RIBERA DEL DUERO
si preferimos un tinto elegante y aterciopelado.
UVA MENCÍA DEL BIERZO,
para sorprender con un vino moderno con aromas a violetas y frutos negros, que nos da la variedad mencía, característica de estas tierras.
UVA GARNACHA DE CAMPO DE BORJA,
si apuestas por un vino potente pero afrutado.
Y siempre hay que tener algún vino autóctono. En la bodega de tu tienda Consum encontrarás una gran variedad de vinos del terreno.
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El vino es un alimento vivo y, como tal, tiene una vida o fecha de consumo. Como directrices generales, podemos guiarnos por lo siguiente:
- Los blancos jóvenes debemos consumirlos el mismo año o, como mucho, un año después.
- Los tintos jóvenes, tienen una vida de unos 2 años.
- Los de roble, entre 3 y 4 años.
- Un crianza, entre 6 y 7 años.
- Un reserva dura entre 10 y 12 años.
- Y un gran reserva, 14 o más.