El objetivo de esta sección es que lleguemos a ser unos «disfrutones» del vino y podamos aprovechar cualquier momento en casa para disfrutar de un buen vino y una buena compañía, así que vamos a ello sin más preámbulos. Lo primero es relajarse y encontrar a alguien con quien compartir el momento en buena compañía. Veréis que sólo eso ya merece la pena, pero si además conseguimos ir apreciando los matices y reconociendo las virtudes del vino, la experiencia será más completa.
Para entender lo que un vino expresa, hemos de seguir las tres fases de la cata: ver, oler y probar. En este artículo, nos centraremos en la primera, la fase visual. Para empezar, mirar un vino nos permite hacer una clasificación inicial básica. La vista nos dirá si es blanco, rosado, tinto o espumoso. Y nos dará una pista sobre la uva de la que procede.
Una vez servido, sobre el fondo blanco de un mantel o un folio, debemos inclinar la copa ligeramente y mirarla de arriba abajo. Así distinguiremos dos partes: el ribete, que es el borde más claro, y el núcleo, en donde hay más cantidad de vino. El ribete nos da una idea de la crianza del vino; nos dice si es joven o si ha pasado meses o años en barrica.
En los vinos tintos, los colores púrpura indicarán que se trata de vinos jóvenes, y a medida que los ribetes sean más oscuros señalarán una mayor crianza. En los vinos blancos sin crianza veremos reflejos verdosos y cuando estos tengan crianza ese ribete se tornará más dorado.
Después, sin cambiar la posición de la copa, podremos apreciar la intensidad del color. Cuando comparamos diferentes vinos —en los tintos es más evidente—, observamos que unos son más transparentes que otros. Y, pese a lo que pudiera parecer, una mayor intensidad de color no implica mejor calidad. De hecho, hay uvas que tienen pieles más finas y, por tanto, proporcionan menos color al mosto.
dime de qué color eres....
dime de qué color eres....
· Verde pálido, amarillo pajizo: Jóvenes, sin crianza en madera. Suelen ser vinos secos.
· Amarillo dorado: Con crianza en madera. La intensidad del color aumenta con la vejez del vino. Es habitual en vinos dulces.
· Amarillo ocre: Vinos muy viejos. También puede indicar oxidación y declive.
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· Púrpura, violáceo: Vinos sin crianza, jóvenes.
· Rubí: Revela crianzas cortas en madera.
· Rojo: Vinos que suelen estar en su momento óptimo, equilibrados.
· Caoba, teja: Para vinos muy viejos, con largas crianzas. Un color teja muy marcado refleja cierto declive.