España es un destino turístico y el vino constituye uno de sus grandes atractivos, cada vez más y mejor atendido. Está de moda. Proliferan las catas y los eventos promocionales. Y son muchas las bodegas que, más allá de elaborar y comercializar sus caldos, han sabido explotar el paisaje, la cultura y los placeres del vino.
PAISAJE, CULTURA Y PLACER
PAISAJE, CULTURA Y PLACER
Uno puede sentirse viticultor por un día: pisar la tierra, vendimiar la uva, elaborar su propio vino… Y hasta someterse a relajantes tratamientos de salud y belleza. La vinoterapia no es ningún invento moderno; los romanos ya la conocían y están probadas las bondades de los masajes de pepitas de uva, las friegas con fango de vino y los baños burbujeantes de merlot.
Algunas bodegas, proyectadas por arquitectos de renombre, merecen una visita sólo por ello. Es el caso de Ysios, perteneciente al grupo Campoviejo, y Marqués de Riscal, por ejemplo, cuyos edificios llevan las firmas de Santiago Calatrava y Frank O. Gehry, respectivamente.
Otras se agrupan formando conjuntos patrimoniales singulares, como ocurre en Laguardia y Jerez.
RUMBO AL ENCUENTRO DEL VINO
RUMBO AL ENCUENTRO DEL VINO
El enoturismo, además, está lógicamente muy ligado a la gastronomía de cada lugar. La cocina y el vino son indisociables y, por lo tanto, este tipo de viajes donde se combinan lo uno y lo otro recibe una atención creciente por parte de restaurantes, asociaciones de hostelería y marcas turísticas. En los últimos años, las jornadas temáticas en torno al vino, la cocina y los productos locales y de temporada han crecido en cantidad y calidad, contribuyendo a desestacionalizar y diversificar la oferta turística en España.